EPISODIO I

Primera Parte o del arte de la hora pegada al culo.

Día interrailero noveno.

Localización:

47º 29’ 37.58’’ N ; 19º 03’ 12.87’’ E. Calle Károlyi Mihály, Pest, Budapest, Hungría, Europa, La Tierra, Sistema Solar, Vía Láctea.

Hora:

10:48:29 A.M (GTM +01:00), Bruselas, Copenhague, Madrid, París.

La manía centroeuropea de prescindir de persianas para los dormitorios ya no nos hacía mella. Una vez más, los 3 abigarrados antihéroes españoles dormían a pierna suelta inconscientes de la proximidad de la hora en la que el tren, en el que un día atrás reservaron asiento, partiría sin demora hacia el país vecino.

Noveno día y noveno pitido del celular de Crichard avisándonos a niveles cercanos al umbral de dolor del oído humano, de que debíamos partir. Caso omiso a éste (práctica habitual a lo largo de todo nuestro periplo por el Este), decidimos por unanimidad dormirnos y dejar que el medidor temporal sito en mi almendra nos avisara con la hora pegada al culo.

Puesto éste en marcha, la cuenta atrás terminó. Me tiré un pedo para confirmarlo y colgué mi brazo fuera de la litera para:

1.- Alcanzar o tener contacto visual con el móvil de Crichard para sincronizar mi temporizador mental con la hora oficial a la derecha del Danubio, y/o

2.- enganchar mis dedos al labio superior de Crichard para elevar su cuerpo en el eje X y que se diese cuenta de la gravedad de la situación.

Conseguido sólo el primero de mis objetivos. Me levanté de mi lecho húngaro, miré a mi alrededor y sólo vi caos y 2 grandísimas tetas.

Nuestro equipaje, desparramado por todo el cuarto, se mezclaba sin pudor con todo tipo de harapos serbo-croatas, mexicanos e ingleses, entre otras nacionalidades con las que compartíamos CO2 esa noche.

Sin quitar la vista de las tetas de nuestra colega inglesa que yacía en uno de los catres con su novio (más bajo que ella), descendí con mis pies desnudos hasta tocar suelo.

La puerta de la habitación se abre. Un Kraken en modo limpiadora logra penetrar dentro de nuestro habitáculo. Le pregunto, en andaluz cerrado , el porqué de su presencia a horas tan intempestivas [que coñio ases ahquí] (10:59 a.m), me elude y gestiona su carro de la limpieza con brío.

Delas emite quejidos con su faringe tabacosa desde una esquina de la habitación, abre su ojo derecho y mira cómo mi dejada figura vagabundea erráticamente por la habitación recolectando y examinando visual y olfativamente ropa de propios y extraños.

Durante mi quehacer me sobreviene otro pedo, éste más silencioso que el anterior, que no perturba el equilibrio del dormitorio. Pero sí el mío: varios movimientos tectónicos tienen lugar en mi intestino grueso, provocando una falla en las heces allí acumuladas. Se fractura un iceberg de mierda, cuya punta aflora por mi ojete y dibuja con tinta marrón la firma del zorro en mis slips.

Tiempo de ir al baño y liberar a Willy.

Visita obligada que culmina con el hallazgo de otros gallumbos que me olvidé allí cuando me duché el día anterior. Se incorporarán a la cadena de reciclaje de ropa interior que todo interrailero debe dirigir.

Abandono el baño con mi cuerpo aseado a un 32%.

Pasillo. 11:04 a.m. Bandadas de carros de limpieza empujados por húngaras van atacando y colándose en cada dormitorio con firmeza y dedicación, desparasitando el ambiente en el que malviven sus huéspedes.

11:06 a.m. Dormitorio. Delas y Crichard recogen afanosamente lo suyo y van triturándolo dentro de sus mochilas (no se cruzan palabra). Me llevan ventaja, pero yo ya estoy cagado y ellos no. Sé que ellos aún “han de parar en boxes”, lo que me tranquiliza.

Ponemos nuestra vista a la vez en 2 objetivos claramente diferenciados:

1º. Miradas furtivas de 3 ojos van a dar de nuevo en las tetas de la inglesa que no advierte esta violación visual a la que es sometida.

2º. Miradas hastiadas de 3 ojos tratan de distinguir:

a) Ropa y efectos personales de nuestra propiedad sembrados por todo el suelo:

a1) Ropa limpia, menos limpia, ponible, sucia, jodidamente asquerosa y radioactiva.

a2) Ropa de colegas interraileros que mole y esté sin usar. No hallamos ninguna, pero sí una manzana encima de la mesa y varios florines húngaros en forma de moneda que, gustosamente, rateamos.

Salimos del cuarto ataviados con nuestras mejores galas: manga corta, pantalones muy arrugados y macuto a la espalda. Mis dos compañeros se ponen al día en temas intestinales. Mientras, mi persona desciende al primer piso para inspeccionar el lugar.

Nos aguarda una recepcionista con muy mala follá con la que ya nos las vimos el día anterior, una cola de 8 humanos esperando ser atendidos muy malamente por ésta, y unas posibilidades de escapar sin pagar del 23% de éxito. Las considero insuficientes y no le comunico este último dato a mis compañeros que cagan y se despiojan.

11:12 a.m. Cagados, meados, despiojados y no-desayunados (como de costumbre). La primera misión finaliza exitosamente pero casi fuera de tiempo. Ahora el problema estriba en que tenemos 26 minutos para llegar y montarnos en la nave guiada por raíles que partirá desde la estación Nyugáti.

Desechamos, barco, avión, esquíes, tabla de snowboard, patines y bicicleta, entre otros, para desplazarnos hasta la mencionada estación y optamos por una mezcla de piernas, metro y buena suerte para llegar en hora.

-¡Maldito self-service de tickets!- Declaró Crichard mientras una y otra vez tiraba florines dentro de la ranura y le volvían a aparecer por la de debajo.

Boca de metro Nagyvárad ter., 11:17 a.m.

No, no era nuestro hobby lanzar monedas para ver cómo salían segundos después por otro agujero. Y menos aún era nuestro jodido hobby el hacer esto cuando una reserva ferroviaria estaba en juego.

Algo en el cerebro de Delas crujió. Mecanismos oxidados, nicotinizados y anquilosados por el paso de los años sin ser usados, comenzaron a ponerse en marcha para producir lo que parecía ser una idea: ¿Por qué no pillamos los tickets en aquella ventanilla, donde nos atenderá una persona más comprensible que esta puta máquina del demonio?

No fue así.

Crichard comprobó en primera persona cómo Dios nos puteo el día aquel de la Torre de babel donde nuestro Señor se dedicó a repartir idiomas por el mundo a su antojo. Español y húngaro son como agua y aceite. Y todo esto aderezado con un deficiente sistema educativo húngaro, que aún no había integrado el inglés como segundo idioma; hacían de esa conversación un diálogo entre mongólicos.

Delas, siempre ajeno a refriegas y enfrentamientos verbo-musculares, esperaba pacientemente con su mano abierta a que le lloviera un ticket de metro que le teletransportara de allí. Su cerebro, de nuevo en marcha, se debatía en otra duda existencial. –Tengo ganas de churros o en su defecto de que pase una tía buena.-

11:18 a.m. Nos encontrábamos montados en las escaleras mecánicas que descendían al mismísimo infierno. Mano derecha: ticket de metro (por fin). Divisamos una redada de policías húngaros abajo. Exigían el ticket a cada pasajero, lo examinaban, procesaban, y devolvían a sus dueños, a los que les daban paso. En Hungría aún no han llegado las máquinas automáticas que hagan esta penosa labor. Maldito legado comunista.

No nos tranquiliza el no saber a dónde carajo hay que ir y en qué dirección. Sí nos tranquiliza el incesante goteo de tiarracas que caminan hacia sus laburos.

-¿Andén de la izquierda?, ¿Andén de la derecha?, ¿Andén de la izquierda?, ¿Andén de la derecha?, ¿Andén de la izquierda?, ¿Andén de la derecha?, ¿Andén de la izquierda?, ¿Andén de la derecha?, ¿Andén de la izquierda?, ¿Andén de la derecha?, ¿Andén de la izquierda?, ¿Andén de la derecha?-... Noto un cogotazo. Crichard me saca de este bucle y yo le agradezco la manera en que lo ha hecho. Yo lo hubiera hecho igual.

¡Anden de la derecha! Allá vamos. ¿Vamos? ¿Y Delas?

Apalomado y con la garrotera del Chavo del Ocho, Delas se encontraba dentro de una marea de gente que lo llevan de un lado a otro, sin poder avanzar hasta el vagón de metro, donde Crichard y mi persona lo esperábamos preocupados.

En un esfuerzo físico sin igual, Delas logra acercarse al vagón e introducir parte de su cuerpo dentro de éste. El resto y el macuto se encuentran fuera atrapados por la puerta del vagón. Varios parroquianos intentan ayudarle, otros ríen. Nosotros nos sumamos a éstos últimos. El vagón se pone en marcha. Preocupado, le pregunto a Crichard si debemos hacer algo, puesto que una amputación de las extremidades de Delas haría que perdiésemos el tren. Crichard me tranquiliza diciéndome que la madre naturaleza es sabia y sólo mantiene con vida a los seres vivos que se lo merecen.

En efecto, Delas no estaba predestinado a morir o sufrir daño alguno en este lance. Esta situación será grabada genéticamente en el Genoma de Delas y sus futuras generaciones sabrán desenvolverse mejor en situaciones como las que acaba de vivir. Gracias Darwin por arrojar un rayo de luz a esta desorientada humanidad.

Lo que ha unido la naturaleza, que no lo separe una puerta de vagón de metro húngaro.

11:22 a.m. Hacinados como judíos en vagones nazis, nos acercamos a un ritmo decente hacia la estación Nyugáti. Un inesperado incidente amenaza con alterar la triste monotonía en la que se sumía el vagón y la vida de sus ocupantes: otro pedo. Lo logro contener mientras tarareo una canción de Luis Miguel.

11:24 a.m. Con fines didácticos decido leer anuncios en húngaro.

11:24 a.m. Desisto en mi empresa y golpeo con los nudillos el asiento mientras trago mocos líquidos que rondan en mi garganta. Ahora me considero un 38% desayunado.

11:34 a.m. Llegada a la estación Nyugáti. La boca de metro desemboca dentro de la estación de tren. Algún avispado arquitecto húngaro en 1986 nos echó un cable.

Crichard toma el mando de la situación. Pretende llevarnos sanos y salvos a nuestro destino en esta última etapa del trayecto. Siguiendo los pasos de éste, observo cómo la churrería que anteayer estaba cerca de la recepción de la estación, ya no está. Jodidas mafias húngaras. Un sentimiento de miedo me atenaza y se traduce en un acto reflejo de comprobar que mi cartera está conmigo.

Con más suerte que otra cosa, Delas logra asociar varios vocablos húngaros y un par de cifras que coincidían con la identidad del tren que debíamos tomar.


[Me he hartado, ya no pongo más fotos. Dejen volar su imaginación]


11:36 a.m. Preguntado por la posibilidad de comprar un plátano para el trayecto del tren. Le espeto un clarísimo: NO, no hay tiempo a Crichard. Este hace caso omiso a mi advertencia y se dirige con ritmo animoso a realizar dicha transacción económica. La última en suelo húngaro.

11:37 a.m. A un minuto de que el tren se ponga en marcha, Crichard aún está haciendo cola en la “frutería”. Huelga decir, que Delas y mi persona estábamos ya dentro del tren, en un vagón escogido al azar (luego nos pasaría factura), mirándole por la ventana y apostando si le daría tiempo a llegar hasta nuestra posición. Llega con dificultad y con un herpes aflorándole en su labio superior. Pierdo la apuesta de 2000 florines húngaros. No se los pago.

11:38 a.m. El tren se pone en camino a Bratislava con religiosa puntualidad (maldito tren alemán). Los tres abigarrados antihéroes españoles asoman la cabeza por una de las ventanillas del vagón y contemplan cómo la estación comienza a derrumbarse y queda reducida a fuego y ceniza.

Próximamente la segunda parte o de cómo manejarse ante un 435 (chantajeo en suelo extranjero).

Saludos y prósperas mañanas floperos y para-floperos.

6 erurtos sobre el papel:

Anónimo dijo...

Me siento un 89% satisfecho y mi bajo vientre me informa de que a pesar de estar a un 79% de capacidad, se encuentra un 20% distendido.


Ha llegado el momento de ir al rio a "liberar a willy".

Buen trabajo, muchacho u_u .

Correcto dijo...

Genial relato. No he podido contener la risa al clicar sobre la foto del labio superior de Rahuel.

Me agrada mucho recordar como el buen hacer soriano y el reloj biologico del Cuervo os saco de alli y mas pensar q sin ello hubierais sido carnaza de la mafia hungara. Bien por Stifler en su actitud de "muerto-viviente".

Maldita sea, el suspiro es maravilloso. Mas adelante hare un comentario mas logico, que ahora estoy medio dormido.

P.D. Se esperan los posts de numantino y resinetico.

Unknown dijo...

No puedo dejar de comentar la maestría del relato al haberlo leído, una vez detenidamente, y varias veces las secciones que califico como excepcionales.

Sin duda, y desde hoy, añadiré "El Suspiro" como una de mis lecturas matutinas ineludibles, entre las que ya figuraba el grandioso foro granadinista, y el ideal.es.

Sobresaliente trabajo, enhorabuena.

Correcto dijo...

Bueno, como veis, he corrido la voz para dar a conocer este nuestro blog.

Juanjo esta alcanzando cotas de popularidad insospechadas, citando comentarios de Paco Troni "q se dedique en serio a escribir".

Ahora el mundo espera una respuesta del boss.

Q viva el suspiro!!

Cuervo dijo...

Jajajaja! Como diría Alfonsólido, "yo sólo soy un siervo y un esclavo" de los floperos y para-floperos que malgastan su preciado tiempo por estos lares.


Dejarse de poyas, que al final me lo voy a creer y tó.

Por cierto, decir que en honor a la verdad, mi persona durante todo este relato también tenía un herpes en la boca jeje. Fruto de una noche salvaje con Crichard, se lo pegué a él también.

¡Saludos, Pretorianos!

elFRAN dijo...

Insospechada habilidad para relatar,,,
Quien me iba a decir que el juao podria describir algo asi cuando ni siquiera sabia meterle aire a las ruedas de su moto ...

Progresas adecuadamente, te bajare los humos con un pinpon